Podcast de Amida Shu 34: 12 de junio de 2020: traducido por Nando Maril
En la década de 1990, edité un libro llamado “Beyond Carl Rogers” [Más allá de Carl Rogers]. Carl Rogers fue uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX y me había encontrado con él en varias ocasiones. Sus ideas, sus principios, su entusiasmo habían sido una gran influencia sobre mí, mi pensamiento, mi trabajo, mi vida.
Rogers tenía la idea de que, si se proporcionaba un cierto clima de condiciones psicológicas, necesariamente seguiría un crecimiento constructivo de la personalidad. Estas condiciones incluían empatía precisa, consideración positiva incondicional y una especie de autenticidad que él llamó congruencia.
En el libro “Beyond Carl Rogers”, que fue una especie de homenaje, porque Rogers tenía una forma muy científica de pensar las cosas y siempre esperó que su trabajo fuera un trampolín con el que otras personas irían más allá, en el libro reuní los escritos de aproximadamente una docena de excelentes facultativos y teóricos, que habían sido influenciados, como yo, por el trabajo de Rogers.
Yo mismo tengo un capítulo en el libro. Mi capítulo se llamó: La condición necesaria es el amor. El asunto central era, en primer lugar, esa consideración positiva incondicional, empatía precisa. Estas son una palabras, de jerga técnica psicológica, que básicamente significan amor. Lo importante en la vida es el amor.
Sin embargo, hubo un giro en la forma en que presenté esto, y ese giro ha sido parte de mi pensamiento desde entonces y se desarrolló aún más en un libro posterior llamado “Love and its Disappointment” [El amor y su decepción]. El giro es este: según la teoría de Rogers, si estás recibiendo estas condiciones, si estás recibiendo amor, necesariamente habrá un crecimiento constructivo de la personalidad. Pero lo que sugerí fue que no se trata tanto de recibir amor, sino de poder amar y que nuestro amor sea recibido. Eso es lo crucial.
Básicamente, mi teoría era: las personas nacen para amar. Venimos a este mundo de condiciones. Tenemos una propensión innata a amar, a abrazar, a tender la mano, a engranarnos con las otras personas en este mundo y no solo con las personas, las plantas, los animales, el cosmos, todo.
Somos seres construidos de amor, y queremos amar, queremos amar de manera innata. Pero, por supuesto, este amor choca con las condiciones. Se enfrenta a las dificultades de este mundo material. Choca con lo que los Budistas llaman condicionalidad y este enfrentamiento es frustrante, es difícil, es un impedimento, y muy a menudo el amor nos lleva a la decepción. Tratamos de amar a los demás, pero parece que no reciben nuestro amor y, por supuesto, esto es en parte sólo una cuestión de estilo. Ellos no reciben nuestro amor de la manera que esperamos. Quizás lo reciban de alguna otra manera, pero no lo reconocemos. De todos modos, es frustrante.
De tal forma, esta teoría de que nacemos para amar y que nuestra vida en este mundo condicionado presenta dificultades en la tarea de vivir la intención de amar, es una teoría que he llevado conmigo durante muchos años.
En la práctica del Budismo Tierrapura expresamos nuestro amor y nuestro amor nunca es decepcionado cuando se dirige hacia Amida. Amida es el Buda de la Aceptación Total. Él recibe nuestro amor sin poner barreras en el camino. Este es el mecanismo básico del nembutsu. En el nembutsu le grito a Amida con todo mi amor y ese amor es recibido.
Muchas gracias
Namo Amida Bu
Dharmavidya
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