Publicado por David Brazier el 13 de marzo de 2017 en el grupo "Buddhism"

Continuación del comentario  de la recopilación  “Fe y Práctica”.

TEXTO

Así, todos los obstáculos se convierten en impedimentos para la fe no siendo que experimentemos contrición y podamos dejar ir.

 

Un camino con propósito

Cuando emprendemos el camino espiritual, intentamos conseguir algo. El budismo se presenta normalmente como el intento de conseguir la iluminación. Entonces se experimentan muchas cosas que entorpecen el camino. Muchas de estas cosas son características habituales de uno mismo. Esto puede significar un enorme desarrollo personal ya que uno intenta transformar su vida y que esta encaje lo mejor posible con su ideal.

Al mismo tiempo, esta lucha, inevitablemente, da lugar a muchas dudas. Se oscila como un péndulo entre el entusiasmo y el desánimo una y otra vez. También puede llevar a un gran engaño, ya sea acerca de otros o de uno mismo. Este tipo de engaño normalmente no es mal intencionado, es simplemente que se pone tanto empeño por encajar en la expectativa que cualquier señal de que se está logrando tiende a tomarse como una confirmación, y entonces se adopta tal señal (lakshana) y se convierte en un hábito, de manera que se crea artificialmente un círculo vicioso de apariencia positiva. Sin embargo el progreso espiritual no tiene que ver con ajustarse artificialmente a un modelo prescrito, ni estar preocupado por las apariencias. Tiene que ver con la liberación.

 

Los viejos hábitos vuelven para perseguirnos y ayudarnos

También cuando el viejo hábito, que uno pensaba que había superado, se manifiesta de nuevo, se experimenta una decepción que cristaliza en forma de duda acerca de la  práctica propia. Uno piensa “Creía que había resuelto ese asunto y me había librado de él- sin embargo, vuelvo a las andadas”. Esto es un golpe al ego, al orgullo. El ego quiere presentar ante el mundo, e incluso ante sí, una imagen saneada de sí mismo.

Así que cuando reaparece dicho obstáculo hay dos opciones. Una es, como se ha dicho, sentirse derrumbado y perder la fe. La otra es aceptar que esta evidencia pone de manifiesto la propia naturaleza bombu. Podemos ver que la diferencia entre estas dos opciones es la diferencia entre orgullo y humildad. El orgullo es un tipo de “enganche”. Cuando nos enganchamos a una idea de nosotros mismos, se manifiesta como orgullo. Esto es verdad incluso cuando la idea que tenemos de nosotros mismos es negativa. El orgullo negativo, interesado en aferrarse a una idea de sí mismo como víctima o persona herida o mala, puede ser tan rígido como aquel de creerse superior. De hecho, no es para nada infrecuente que ambas formas de orgullo vayan juntas.

 

Ideales budistas

Todo este asunto se relaciona también con diferentes conceptos del camino espiritual. En el camino del arhat el objetivo es la pureza. En este camino, el orgullo espiritual es el último grillete que se suelta. Esto es porque se trata de un camino que trata encarecidamente de alcanzar un ideal. Inevitablemente esto implica una represión que más tarde tiene que ser disuelta. El orgullo es la fuerza impulsora de la represión. En el camino del myokonin todo funciona al revés. La tarea espiritual de renunciar al orgullo a través de la contrición es la base en lugar del último paso. Se sigue volviendo a ello una y otra vez, porque ponemos el acento en el paradigma bombu. El camino del bodhisattva, que es tema central del Mahayana, puede abordarse desde cualquiera de las dos perspectivas.

 

Autocomplacencia

Aquí necesito detallar un poco más lo que se entiende por “obstáculo”. Generalmente se entiende por obstáculo espiritual cualquier cosa que suponga un freno o interrupción en la vida espiritual. Por tanto, aquello que induzca a la autocomplacencia supone un obstáculo tan importante como lo pueda ser una derrota moral. De hecho, incluso más. La derrota moral podría parecer un obstáculo, pero, en realidad, podría impulsar una nueva dinámica en la propia vida espiritual porque uno lidia con motivos, consecuencias y conceptos de sí mismo y del mundo, mientras que la autocomplacencia puede llevar al aislamiento durante largo tiempo sin que nada útil ocurra.

Deberíamos poder ver entonces, al menos en principio, que muchas de las cosas que consideramos obstáculos no lo son en realidad y que los verdaderos obstáculos a menudo pasan desapercibidos. Esto es lo que Buda quiso decir al referirse a avidya y esto es por lo que hablamos de “despertar”. Cuando abrimos los ojos a nuestra condición espiritual verdadera nuestra autocomplacencia se agita.

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