Podcast GS55: 21 de diciembre de 2021: traducido por Nando Maril
La pandemia llegó a Europa hace unos 20 meses, a China, algo antes. Ya han pasado dos años completos desde que comenzó la pandemia.
Al principio, hubo un confinamiento estricto en muchos países, pero también la sensación de que esto terminaría pronto. Esa expectativa no se ha cumplido. La pandemia todavía está con nosotros y no hay perspectivas inmediatas de que llegue a su fin.
Se escucha mucho sobre el cansancio y la frustración de la gente con las restricciones que han sido necesarias, a pesar de que estas restricciones son ahora, en su mayor parte, bastante menores de lo que eran al principio.
Ha habido un coste considerable para mantener al menos cierto grado de normalidad en la vida de las personas. Este coste ha sido tanto económico como espiritual.
El coste económico está representado en gran medida por enormes cantidades de préstamos del gobierno. Hemos, por así decirlo, tomado algo del futuro para pagar el inconveniente del presente. Un poco como cuando pides un préstamo para comprar una casa. Con los años hay que devolverlo.
Esperamos poder devolver las cantidades que hemos tomado prestadas en los años venideros. Pero, por supuesto, con las crecientes dificultades ecológicas, esto puede resultar posible o no.
Algo similar puede ser cierto respecto a la deuda espiritual que hemos contraído. Ha habido una cierta pérdida de fe en nuestros gobiernos e instituciones. Me atrevería a decir que, en su mayor parte, los políticos y los líderes han hecho lo mejor que han podido con las luces que tenían, pero hacer frente a una pandemia probablemente no era exactamente lo que esperaban cuando llegaron a su puesto.
Se han cometido errores y a veces se ha escatimado. De todos modos, el coste ha sido una cierta pérdida de confianza y esto es algo que no augura nada bueno para el futuro.
La estabilidad de una sociedad depende sustancialmente de la fe que la gente tenga en sus instituciones básicas y en los valores que mantienen unida a la sociedad.
Para aquellos de nosotros que tenemos una vida espiritual, surge una prueba similar: si nuestra fe se mantiene firme a través de las dificultades. Y, de alguna manera, es un asunto bastante diferente mantener la fe durante una emergencia inicial, como la que tuvimos hace 20 meses, en comparación con mantener la fe durante un largo, cruel y difícil período que tal vez no sea tan severo como la crisis inicial, aunque sin embargo, continua y continua.
Esta es la verdadera prueba de la fe propia. Si se tiene una fe profunda en el budismo, podríamos decir, si nos hemos refugiado sincera y profundamente, entonces no estaremos erosionando el futuro mientras enfrentamos el presente porque tomaremos de la misma manera cada cosa como viene, ya sea buena o mala, larga o corta, inspiradora o deprimente. Cada una será recibida con el mismo Namo Amida Bu, con el mismo recurso de refugio.
Estará revestido de una mente plena del Dharma, de la gracia de los Budas. Quizás el próximo año, la pandemia habrá terminado. O tal vez empeore. Quizás vivamos. Quizás enfermemos. Quizás muramos.
Pero el Nembutsu va con nosotros. Mientras los tiempos cambian, nuestra fe permanece constante. Algunas cosas no son impermanentes.
Namo Amida Bu
Muchas gracias
Dharmavidya
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