Publicado por David Brazier el 5 de noviembre del 2017, en el grupo ITZI

 

Las prácticas que se incluyen bajo el título de “Mindfulness” no son nuevas, pero han adquirido una relevancia especial ya que nos han hecho más conscientes de nuestro estrés.

 A principios del siglo XX William Davies escribió un poema que se hizo famoso:

 

Qué vida es ésta si, llenos de ansiedad,

no tenemos tiempo de pararnos y contemplar.

Sin tiempo para quedarnos bajo de las ramas,

y contemplar tan  largamente como ovejas y vacas:

Sin tiempo de mirar entre la hierba, cuando atravesamos bosques,

dónde esconden sus nueces las ardillas :

Sin tiempo de mirar, a plena luz del día,

Arroyos llenos de estrellas, como cielos nocturnos:

Sin tiempo de volver a cruzar nuestra mirada con la Belleza,

y observar sus pies, y el modo en que bailan:

Sin tiempo de esperar a que su boca

Pueda engrandecer aquella sonrisa que iniciaron sus ojos.

Miserable vida es ésta si, llenos de ansiedad,

no tenemos tiempo de pararnos y contemplar.

 

Hoy en día mucha gente siente que no tiene tiempo para detenerse y contemplar, y si lo hacen, alguien puede criticarlos por hacer eso. Por supuesto, no es absolutamente esencial vivir la vida bajo tal presión, pero así es habitualmente nuestra cultura. Perseguimos el crecimiento económico en términos de una facturación más y más rápida, lo que no implica necesariamente un aumento real en la riqueza o calidad genuina, sino solo una existencia más frenética. El mismo Davies fue un marginado. Vivió como un vagabundo, no de forma muy diferente a como lo haría un fraile errante budista tradicional . Probablemente él no le habría encontrado sentido a adoptar "ejercicios de mindfulness" para hacer frente a mayores niveles de estrés; en primer lugar habría preguntado por qué estamos generando tal estrés.

No obstante, las formas más simples de mindfulness concuerdan con su recomendación de tomarnos al menos algo de tiempo, de vez en cuando, para detenernos y contemplar. Esto es como el consejo que me dio mi madre  en sus últimos días: "Tómate tiempo para oler las flores, cariño". - un consejo profundamente  cariñoso y sano.

Thich Nhat Hanh solía recomendar una práctica en su centro en Plum Village, por la cual, cada vez que sonaba una campana, ya fuera la campana del templo, el teléfono o lo que fuera, la gente se detenía y respiraba conscientemente durante tres respiraciones antes de continuar con lo que estuvieran haciendo . Después fue desarrollando gradualmente la noción de presentar toda la gama de prácticas budistas como "entrenamiento de mindfulness". De esta manera, pudo superar la resistencia que muchos de sus estudiantes occidentales tenían a cuestiones tales como los mandamientos éticos: podían resistirse a las reglas morales, pero cuando las mismas reglas se presentaban como un entrenamiento de mindfulness, se volvían aceptables. De esta manera, el mindfulness se convirtió en un vehículo útil para difundir el Dharma, aunque a costa de perder el significado más preciso de la palabra.

En el budismo se dice que hay dos categorías básicas de meditación, shamatha y vipassana. Las traducciones más simples de estos dos términos son, respectivamente, "Parar" y "mirar". "Parar y mirar" es muy parecido a  "detenerse y contemplar". Si al menos podemos puntuar nuestro día con momentos en los que nos detenemos y contemplamos, nos encontramos, como mínimo, que la acumulación de tensión será menor y trataremos los asuntos que tenemos ante nosotros en un marco de corazón y mente más tranquilos. Un ejercicio tan simple no es una solución a todos los problemas del mundo, pero es una contribución modesta a una vida más tranquila y feliz.

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