Publicado por David Brazier el 8 de noviembre de 2017 en el grupo “ITZI”

 En la primera parte, nos detuvimos a examinar el mindfulness y, en la segunda parte, encontramos muchas formas diferentes de entenderlo .

 Consideramos diferentes formas de conciencia que pueden considerarse conscientes o “mindful”. ¿Qué pasa, sin embargo, con otras formas de conciencia como el sueño o el soñar despierto? ¿Son “mindful”? ¿Qué no es “mindful”? Y entre las cosas que no son conscientes, ¿hay alguna que realmente nunca sea útil? Lo cierto es que no podríamos estar sin dormir, y eliminar el soñar despierto por completo no solo sería extremadamente difícil sino también imprudente. Constituye la raíz de mucha creatividad.

 Gran parte del apego moderno a la idea del mindfulness parece tener que ver con una sobrevaloración del estar consciente a expensas del proceso inconsciente; sin embargo, en todo el espectro mental, el proceso inconsciente es, con mucho, la parte más grande y más esencial,  siendo la conciencia despierta, por así decirlo, solo la punta del iceberg que se muestra sobre la superficie. Intentar expandir la conciencia, en este sentido de conciencia despierta, es intentar lo imposible, como tratar que el iceberg se eleve más por encima del agua.

De hecho si  una  parte nueva del iceberg sale a la superficie, otra parte desaparece bajo de las olas. Hay un límite natural para lo que uno puede mantener en la conciencia despierta, y el hecho de dirigir la atención hacia una cosa  arroja a  otras  a la oscuridad. Gran parte del efecto de alivio de estrés de los ejercicios básicos de mindfulness se debe a este hecho. Desvían la atención de preocupaciones y ansiedades. Las realidades preocupantes todavía están allí, pero ya no en la conciencia despierta, al menos durante el período del ejercicio. Tales períodos de descanso de la ansiedad son realmente valiosos, pero no constituyen una solución profunda.

 De hecho, la mente profunda funciona bastante bien sin nuestra interferencia. Lo que tenemos que aprender no es tanto cómo controlarla sino cómo confiar en ella y valorarla. Permanece oculta a nuestra conciencia, y si queremos un control consciente deliberado, esto puede resultar problemático, pero, de hecho, la mente profunda ya nos está cuidando y está haciendo un buen trabajo.

Cuando consideramos el mindfulness como  plenitud mental, consideramos la práctica espiritual de llenar la mente con cosas buenas, pero también podemos considerar de qué está llena ya la mente. La práctica espiritual bien puede comenzar con algún tipo de balance. Sin embargo, cuando lo intentamos , nos damos cuenta de que nuestras mentes parecen no tener fondo, y contienen muchas más cosas de aquellas a las que somos capaces de acceder a voluntad, aun pudiendo ser suscitadas por circunstancias o eventos accidentales.

 Nunca podemos conocernos a nosotros mismos por completo y a menudo, cuando respondemos a la concatenación de los sucesos cotidianos, nos sorprendemos de los  recuerdos,  emociones e ideas que nos vienen a la mente.

 De la misma manera que nunca podemos sondear completamente la profundidad de nuestro espacio interior, tampoco podemos conocer la extensión completa del espacio exterior. Vivimos en un universo de maravillas que se extiende mucho más allá de nuestro horizonte. Sal por la noche y mira las estrellas. Respondes de manera natural a la inmensidad y belleza. De algún modo, produce un reflejo profundo en nuestro interior. Nutrimos mucho mejor esa mente profunda al abrirnos al vasto misterio, que al sujetar las riendas con demasiada fuerza. Cuando estamos agotados, la naturaleza nos refresca.

 El énfasis excesivo en la conciencia es un ansia de control. Gran parte de la vida es ayatana- incontrolable, y eso no es malo. Si bien es cierto que tenemos grandes recursos de voluntad e ingenio, también es cierto que somos vulnerables y débiles, pequeños seres mortales que se enfrentan a un vasto y misterioso cosmos, tanto externo como interno.

 Aprendemos algo de autocontrol, pero de mucha mayor importancia es la capacidad de maravillarse y asombrarse ante la inmensidad del misterio. Esta maravilla puede llenar mente y  espíritu y sustentar toda nuestra vida espiritual. Cuando nos detenemos y miramos, lo hacemos con admiración. Cuando vemos profundamente, significa que vemos la maravilla de las cosas. Cuando estamos en el flujo, es algo maravilloso en sí mismo. Cuando nuestra mente está llena de sabiduría perenne, el fundamento de tal sabiduría es seguramente una gran capacidad de asombro o admiración. Esta es la mente original que borra el “yo” artificialmente construido.

 De modo que hay muchas formas diferentes de mindfulness, e impregnando todas ellas está el sentido de maravillarse, que constituye la raíz de toda experiencia religiosa. En la próxima sección seguiré hablando de cómo se ha detallado, de forma particular, en la enseñanza budista, este sentido de asombro o admiración reverencial.

Continuará.

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